12 jul 2009

Triste realidad

Tan solo un novicio soy,
un infante de kínder jugando a ser poeta,
un niño sin conocimientos construyendo con las palabras,
poniendo palabras aquí y allá
formando palabras necias sin sentido.
Inspirado por el deseo de sentir,
por la belleza de sentimientos que nunca he sentido,
escribo sobre el amor y cariño,
sobre el confiar en su amado,
sobre la tristeza de la traición.
Pero resulta que soy un estafador,
un ladrón mitigante de palabras necias,
que no puede crear ya que no tiene inspiración,
la musa de los románticos es el amor,
la musa de los sin esperanzas es la soledad,
la musa inspiradora del apasionado ente creador de bellezas,
es ni más ni menos que la flecha de Cupido que nunca me alcanzó.
Esto lo escribo porque acabo de leer la realidad,
acabo de leer mi pobreza, mi poca cultura,
mi limitada mente de un quinceañero.
Necesito mi musa,
soy un pobre charlatán peón y esclavo de mi pobre soledad,
un farsante, un falso, un mentiroso,
porque escribo de sentimientos de otros,
de realidades de otros,
de amores titánicos que no se apagan con el paso del tiempo, ni con las más tormentosas tempestades de los vientos.

Lamento mi poca experiencia,
me avergüenza mi poca cultura,
mi poco conocimiento,
tan solo soy un rata que sabe hablar.
Me avergüenzo de mi mismo,
quisiera tener el don de la palabra,
ese que te hechiza en un encanto de mil letras que ni tu entiendes,
pero que en su conjunto suenan armónicas y hermosas.

Lastima de eso, y lastima de mil otras cosas más,
mis palabras y poemas, son monstruos de cuatro ojos y cinco brazos,
deformes y ridículos
en comparación con los de los grandes pensadores y sentimentales.
Son anómalos e imperfectos,
por mas precarias que sean mis palabras y rimas.

No tengo ni musa, ni don,
no tengo sentimiento ni amor,
tan solo soy una roca que ninguna flecha ni bala podrá atravesar,
ningún titán podrá pisar, ni ningún elemento podrá demoler,
pero no estoy orgulloso de eso, de hecho,
me da pena, lloro gotas agrias llenas de sangre falsa.
Viví, vivo y viviré recorriendo lugares y rincones
en el cual te pueda encontrar.

Musa, ¿adónde te encuentras?
ilumíname con tu belleza,
con tu hermosura y divinidad, con tu sonrisa coqueta y con tu cariño infinito,
para así sufrir, y sentirme real, sentirme humano, poder llorar,
poder gritarte te amo y te extraño,
dedicar mi existencia a la tuya,
preocuparme si llegaste bien, o que te duele,
despertarme cada mañana deleitándome con tu rostro hermoso y simétricamente perfecto,
para así poder decir, estoy vivo, siento amor, te amo, ¡TE AMO!;
poder llorar y derramar lagrimas de sufrimiento y tristeza,
poder darme cuenta de cuánto vales, de cuanto me llenaste
y cuanto me haces falta ahora.
Tan solo escribo para entretenerme,
poetas y filósofos,
novelistas y artistas,
se guían por el delgado puente de los sentimientos,
lo ocupan no como una forma de sentir,
si no como una forma de pensar,
de ver el mundo,
de verte a ti,
de analizar la vida y la sociedad,
la ocupan para saciarse de su hambruna constante,
que retórica y afortunadamente,
nunca sacian.

Tengo tan solo 15 años,
para algunos grande, para otros pequeños,
pero ahora descubrí que ahora se algo,
ya no digo “solo sé que nada se”, ahora sé que
no tengo musa.
No soy escritor, no se expresarme,
y no llego ni a Aquiles en comparación con los reales expresadores de sentimientos y realidades.
Artistas divinos.
No soy Borges, ni Neruda,
no soy Mistral, ni Huidobro,
tan solo soy yo,
desafortunadamente,
Vicente Varela, un chileno admirador de la filosofía,
de los Por Qué y de los Donde, de los Cuando y de las preguntas sin respuestas,
soy un no conocedor del amor, pero soy su seguidor,
hablo cegado por la felicidad de mis compañeros,
la alegría que irradian, la felicidad que los completa.
Esa felicidad que me pone feliz, y celoso.

¿Por qué no a mí?, soy muy malo tal vez,
debí haber hecho mucho mal y daño a mucha gente,
puede ser.
Veo al entorno,
todos iluminados por su musa,
y lo que más me desilusiona,
es que no se merecen su divinidad.

Pero tal vez este escrito en piedra,
que viviré en mi penumbra,
que no conoceré tu amor ni tu calor.

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