12 jul 2009

El lago

Cerca de los arboles aterciopelados,
en el bosque más bello y foresto de la imaginación,
al lado de las constelaciones alucinantes,
se encuentra un lago gigante,
lleno de peses,
grandes y pequeños,
felices y tristes,
salmones y arenques.
Ahí los pescados esperan,
mirando con esperanzas al cielo eterno,
a la superficie desconocida,
al aire ahogador,
todos atentos a la señal de su anzuelo,
de su presencia.
Después de primaveras y lunas,
un anzuelo irrumpió contra la calmada superficie náutica,
y como caos sin piedad, todos corrieron al nuevo visitante,
a la hermosa y pintoresca carnada.
Pero solo hay un afortunado, una presa de su hoz.
Así son los días y noches de este lago,
donde la hoz va y viene,
raptando a los anfibios de su silenciosa prisión
y devolviéndolos con una herida en el corazón.
El agua se tiñe de rojo, se tiñe de dolor, de sufrimiento y traición,
cuando tu sucia y manoseada caña de pescar
devuelve a mis compañeros.
Con sufrimientos ellos nadan
y con pena ellos miran.
Solo por tu hoz de cronos.
Pero no son todos los pescados,
algunos se repiten del bocado,
algunos no comen de él,
pero no lloren mis hermanos,
que esa caña del mal,
algún día tocará sus puertas
y dirá,
te amo.

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