12 jul 2009

Cuento de Hadas

La noche abarca el cielo eterno,
mis lágrimas acarician mis mejillas
heladas por el viento de invierno,
el silencio suena en cada rincón oscuro.
Y aquí estoy yo, sirviendo de nuevo a mí pensar sin cesar,
lacayo de mis sentimientos vacios sin sentido
y mi corazón helado por los tiempos de invierno.

Mis lágrimas saben a soledad,
la cicatriz que me dejó la historia,
duele con el más leve rose del viento.
Ahora lloro,
lloro por el amor, por la felicidad y la alegría,
por ese sentimiento cliché que nunca sentiré.
Tal vez mi musa sea la soledad,
inspirado por su frialdad y crueldad animal,
escriba estas palabras, con ánimo deplorable
y sonrisas escasas,
con tinta de sangre y soledades solitarias.
Lloro por Blancanieves y por Cenicienta,
por cada hermosa princesa acorralada en una torre
protegida por un feroz dragón,
que aguarda impacientemente la llegada de su eterno,
de su yang, de su aliento del este,
que llegue en su corcel blanco como la nieve
corriendo por los campos de trigo,
con una sola misión en su mente,
rescatarte mi amor, rescatarte,
salvarte de la soledad que te come cada día,
vengo por ti mi amor, a que nos unamos en un abrazo eterno de mil lunas.
Pero esos son tan solo palabras juntas bajo un mismo título,
mundos creados por ilusionadores perdidos en sus sentimientos, tal igual que yo,
creadores y entabladores de sueños utópicos, de sueños musicales y artísticos.

No, este es el mundo real,
donde las hambrunas y plagas iluminan el día a día,
donde el dinero y la corrupción corrompe al ser,
donde no queda tiempo para castillos medievales y princesas en torres,
para sueños irreales, donde la felicidad abunda en cada colina y paraje,
pero aquí no hay tiempo para sueños de infantes,
no hay sentimiento.
Lástima que nunca podré visitar aquel libro de dragones y princesas,
lastima que no podré leer nunca “fueron felices por siempre”,
lastima que yo soy el escritor de tu libro perfecto,
y no el protagonista.

No hay comentarios: