16 jul 2010

Vuelta de los Titantes

Zeus lo había avecinado, Hermes lo había promulgado, ¡hasta el promiscuo Pan lo sabía!, pero ninguno de nosotros les creímos a nuestras divinidades. Nuestro error más fatal, la desconfianza. Ahora yacemos bajo el caos total, donde el cielo cae a pedazos y el fuego cubre lo que fue alguna vez el resplandor del sol. El día se transformó en noche, y la noche en oscuridad, la oscuridad en miedo y el miedo en destrucción.
El cielo cae a pedazos y nadie escucha nuestras plegarias, ¡donde estas poderoso Zeus! ¡Atenea, aparece e ilumínanos con tu poderosa e imponente inteligencia! ¡Trae la luz a nuestro mundo poderoso y bello Apolo, que nuestro mundo cae en muerte y tragedia!

Por las calles de Atenas no se escuchan más que los soplidos de las almas perdidas, los que esperan impacientemente la llegada del frio y tramposo Hades. ¡Nuestra poderosa y bella metrópolis yace ahora bajo las ruinas de lo que fue alguna vez nuestro hogar y nuestras escuelas!
¡Lástima por nuestros hijos, que no pudimos defenderlos de su destino, que no pudimos contra el desgraciado de Cronos y su hoz devoradora del tiempo y asesina del presente!, pero hay otra oportunidad de defenderlos, ¡una última oportunidad! ¡ESTA OPORTUNIDAD!
No nos queda más que asumir y pelear, que ninguno de nosotros vamos a dejar nuestra tierra donde nuestros antepasados vivieron y murieron por estos invasores prisioneros.
¡Si Zeus pudo encerrarlos en el Tártaro una vez!, ¡Nosotros también lo haremos ahora!, ¡y esta vez nos encargaremos de que no se escapen!
¡La Titanomaquia ha llegado nuevamente! Pero ahora nos toca pelear a nosotros, es hora de decir que no, y demostrar que con un corazón y una lanza, que con esperanza y valentía ¡todo se puede alcanzar!


I-
-Cesárides, ven para acá- ordenó Clautus simpáticamente a su pequeño valiente.
Atrás de ellos, se encontraba la bella Eurípides, que amamantaba a la pequeña Selene.
De repente, de un segundo a otro, la bella imagen familiar fue devastada por un ensordecedor sonido que venía de todas partes. Era grave, como si alguien hubiera tocado la alarma de guerra, pero esta era más grave, más aterradora.
Luego de que el sonido pasó, lo peor apareció de la nada. Un estruendo de disparo invadió a toda Atenas, para que luego bolas de fuego resplandecientes cubrieran los cielos y taparan la luz del sol con una oscuridad eterna, la tierra comenzó a cobrar vida y se movía de un lado a otro, destruyendo hogares, cuarteles y templos sagrados, los océanos comenzaron a inundar rápidamente las polis más importantes de Grecia, había un caos en la tierra, la pobre gea gemía de dolor y los poderosos y musculosos brazos de Atlas tiritaban ante tanta destrucción: eran los titanes, era su venganza, era la profecía del oráculo de Delfos y la palabra de los dioses, esa que ignoramos.
Tetis provocaba que el mar invadiera nuestras tierras, Mnemósine invadía nuestros recuerdos y los borraba poco a poco, Cronos incentivaba a todos con su juventud vivaz y provocativa mientras que Rea observaba como su anterior reino iba poco a poco desmonorandose para caer nuevamente en sus titánicas manos. Era su venganza, Zeus, Poseidón y Hades lo traicionaron, ¡SUS PROPIOS HIJOS!, ahora era su turno, turno de una revancha, revancha que nadie recordara.

II-
-¡Es el fin del mundo!-gritaba una madre desesperada con sus 8 hijos abrazándola fuertemente.
-¡No hay nada que podamos hacer! –gritaba otro en otra esquina
y así era como seguía el griterío de miedo y descontrol.
En la taberna más famosa de la ciudad yacían miles de persona sobrevivientes de las catástrofes, el lugar era un asco, se encontraba todo destruido y el bullicio junto con el olor a descomposición hacia del lugar, un lugar incomodo y horrible. Pero era el único lugar a salvo, al menos que los sobrevivientes de ahí conocieran. Los sonidos titánicos volvían de vez en cuando y destruían todo lo que veían a su paso, como un poderoso gigante.
En uno de los tantos sonidos asesinos, el cielo se iluminó en un destello de fuego y astros, cuando de repente la puerta principal se abre y se asoma una mujer casi desnuda con un pequeño bebe en sus manos llorando a ríos. Tenía el peinado desordenado y la cara sucia y atemorizada, sus expresiones reflejaban un miedo interminable, pero al encontrar a toda esa gente le dio una especie de seguridad y tranquilidad. Pero la luz se transformaba en una luz cada vez más potente, por lo que eso indicaba una sola cosa, la bola de fuego venia en dirección a su escondite, les había llegado la hora.
-¡ANDATE MUJERSUELA!-le gritaba la gente escondida, no querían a nadie más que les indicaran donde se encontraban a los poderosos asesinos del Tártaro. Pero no reaccionaba, ese era su lugar y ahí tenía que morir, ahí tenían que morir.
La luz cada segundo se hacía más grande y poderosa junto con el sonido demoledor de su aproximación, cuando de un segundo a otro, un hombre de mediana edad salta por detrás, toma a la joven madre y cae en los escombros de la taberna cerrando la puerta, todo esto cuando un sonido de explosión devora toda la entrada de la taberna, destruyendo a todo lo que tenía a su alrededor, pero camuflándolos aun mas entre los escombros a los pobres mortales.
El sonido ensordecedor recorrió todo el lugar, los pedazos de la entrada y el muro quedaron hechos añicos y salieron volando por todas partes y dentro de los escombros, más allá del polvo encegador, se encontraba el cuerpo de Clautus y esa bella mujer, acompañada del viviente llanto del pequeño.

III-
Luego de todo el destructor sonido, un silencio inquietante abundó la sala, todos quietos esperando que el polvo irrespirable de los escombros se fuera para poder divisar quien se atrevió a hacer semejante hazaña y ver en qué estado se encontraban aquellos nuevos visitantes. Lo único que se escuchó por ese periodo de silencio intranquilo fue el llanto de la bebé.
Luego de que la densa neblina de escombros se esfumó entre la taberna, la gente atemorizada pudo asimilar 2 figuras humanoides, eran un hombre y una mujer, eran, la nueva esperanza de la taberna.
Inmediatamente la multitud saltó de sus asientos y rincones para elogiar a los nuevos héroes, la gente de la taberna comenzó a llamarlo “Clautus, dios de la esperanza y la venganza” y la joven mujer la denominaban “Ilena, progenitora de la nueva vida”, las esperanzas habían llegado a la taberna repleta de desesperanza y tristeza. Un nuevo espasmo de luz inundaba los corazones de los refugiados y sobrevivientes de la tragedia más grande de Grecia.


IV-
-No sé porque esta gente me ve como un dios, tan solo salté para salvarme de aquella demoledora bola de fuego, sin ofenderla.-decía pasmado Clautus ante la elogia de los sobrevivientes.
-No te preocupe valiente Clautus, todos intentamos salvar nuestras vidas y tal vez por los caminos de los dioses usted de pasada salvó la mía y con o sin intención, se lo agradezco mucho.- respondió Ilena con su bebe en brazos bebiendo del vital néctar materno.
-Compréndelos tú también, salvaste mi vida, nuestras vidas-indicando al bebe- te ven como un dios, necesitamos creer en alguien.-prosiguió la joven madre.
El nombre Clautus se escuchaba en cada conversación del gran salón de la taberna, cada vez que pasaba a buscar algo, atraía la mirada de todos y causaba una sonrisa en cada individuo hambriento que reflejaba esperanza e ilusión. Esas expresiones desencadenaban una serie de sentimientos encontrados de tristeza e impotencia, inmediatamente volvía a recordar sobre el cadáver de su esposa calcinado junto a sus 2 hijos, esa imagen le quitaba las ganas de seguir viviendo causando una esperanza e ilusión falsa en la gente.
Recordaba en los bellos momentos familiares y todos los planes y les daba ganas de gritarle a toda esa gente terca que no era más que un mortal viudo buscador de su supervivencia para no desilusionarlos como le izo a su familia, pero no podía, no podía quitarles las esperanzas a toda esa gente, abuelos, niños, nobles jóvenes, madres atemorizadas por el futuro de sus hijos, simplemente no podía.
El grupo de sobrevivientes se había transformado en una gran familia, todos se ayudaban entre todos, todos comenzaron a hablar con todos y descubrir que no todo el mundo gira en torno a sus conocidos, el símbolo de unión era un lazo muy importante para que la delgada y pequeña llama de la esperanza no se apagara por completo.

-Ayúdame, Ilena, ayúdame a encontrar el mejor camino para esta gente.-le pidió desesperanzado Clautus.
-Valiente Clautus, tú mismo sabes que no nos queda otra más que ser siervos de Hades, la melancolía no….
-¡CALLA!-se escuchó el grito de Clautus por toda la habitación interrumpiendo a Ilena.
-¡Calla mujer, que la desesperanza y la tristeza han hablado por ti!, ¡tenemos posibilidades de salir vivos de aquí! ¡Los dioses nos han puesto este obstáculo para que lo resolvamos nosotros mismos y así lo haremos!-continuo gritando tratando de llenar la sala de esperanza y pasión.
-Baje la voz hombre, no llene a esta gente de falsas esperanzas y de caminos engañosos, ¿no ves que el único camino es el que nos depara?- le respondió Ilena mientras otro sonido desgarrador cubrió los cielos de un infernal rojo asesino mientras que los sonidos de los truenos y la luces de los relámpagos junto con la intensa lluvia que caía los atemorizaba cada vez mas.
-¡NO, no hay falsas esperanzas! ¡Es ahora o nunca!, ¡tenemos que demostrar lo q somos y tenemos!- a medida que Clautus daba un discurso inspirador de batalla, la gente iba parándose para observar mejor y escuchar bien lo que decía Clautus, a medida que sus palabras corrían por el salón, la gente iba llenándose de ilusiones y alegrías, alegrías de que tuvieran un nuevo líder que era un dios, un dios que vino en contra de las ordenes de los otros dioses y que vino a ayudarnos para salir de esta oscuridad demoledora y poder navegar tranquilamente por el bello mar mediterráneo, un dios que los guiaría, a la muerte.

V-
La lluvia torrencial golpeaba gota a gota el rostro de todos los jóvenes, hombres y mujeres dispuestas a pelear contra la tiranía de los titanes, estaban parados donde se ubicaba una de las tantas plazas de la ciudad, pero ahora no había más que destrucción y oscuridad.
Los truenos y relámpagos caían y caían sin cese, las bolas de fuego volaban y caían lentamente en todas partes de Atenas y Grecia, pero esos solo eran detalles, el objetivo se encontraba al frente de ellos, esperándolos, mirándolos, preparándolos.
Entre la torrencialidad, Clautus se sube a un pequeño desnivel junto a su lanza y su escudo y comienza el último discurso que diría en su vida y el ultimo que los pobres atenienses escucharan.
Zeus lo había avecinado, Hermes lo había promulgado, ¡hasta el promiscuo Pan lo sabía!, pero ninguno de nosotros les creímos a nuestras divinidades. Nuestro error más fatal, la desconfianza. Ahora yacemos bajo el caos total, donde el cielo cae a pedazos y el fuego cubre lo que fue alguna vez el resplandor del sol. El día se transformó en noche, y la noche en oscuridad, la oscuridad en miedo y el miedo en destrucción.
El cielo cae a pedazos y nadie escucha nuestras plegarias, ¡donde estas poderoso Zeus! ¡Atenea, aparece e ilumínanos con tu poderosa e imponente inteligencia! ¡Trae la luz a nuestro mundo poderoso y bello Apolo, que nuestro mundo cae en muerte y tragedia!

Por las calles de Atenas no se escuchan más que los soplidos de las almas perdidas, los que esperan impacientemente la llegada del frio y tramposo Hades. ¡Nuestra poderosa y bella metrópolis yace ahora bajo las ruinas de lo que fue alguna vez nuestro hogar y nuestras escuelas!
¡Lástima por nuestros hijos, que no pudimos defenderlos de su destino, que no pudimos contra el desgraciado de Cronos y su hoz devoradora del tiempo y asesina del presente!, pero hay otra oportunidad de defenderlos, ¡una última oportunidad! ¡ESTA OPORTUNIDAD!
No nos queda más que asumir y pelear, que ninguno de nosotros vamos a dejar nuestra tierra donde nuestros antepasados vivieron y murieron por estos invasores prisioneros.
¡Si Zeus pudo encerrarlos en el Tártaro una vez!, ¡Nosotros también lo haremos ahora!, ¡y esta vez nos encargaremos de que no se escapen!
¡La Titanomaquia ha llegado nuevamente! Pero ahora nos toca pelear a nosotros, es hora de decir que no, y demostrar que con un corazón y una lanza, que con esperanza y valentía ¡todo se puede alcanzar!, ¡TODO!-gritó Clautus mientras se dirigía a su muerte corriendo como su la muerte lo viniera persiguiendo y llorando debido a que las imágenes de Eurípides chamuscada y Selene en sus brazos asesinada por las brasas le devoraban toda su alma, las imágenes de Cesárides jugando con él en la plaza lo ahogaban de resentimiento y dolor, pero hora había llegado el final se decía el mismo, había llegado, el final.

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